Una de sirenas barbudas

Eran las siete y media de la tarde, había sido un día largo. Como era de prever las dos horas desde que llegamos hasta ese instante se habían hecho bastante largas. 

Tenía ganas de empezar el reto. Pasara lo que pasara iba a conseguir cumplir uno de los objetivos del año, que era hacer mi primera travesía en mar a nado con Jore. Reto conseguido, hay que ser positivos.

Escuchaba atentamente el briefing de setup, mientras una densa niebla iba cayendo sobre nosotros. Por momentos no se veían las barcas que nos venían a recoger. La organización dejo claro que, las condiciones iban a ser duras, pero que no se iban a cometer tonterías, que fuéramos cautos.


 Poco después bajaba por la playa, camino de la zona de "embarque" algo adelantado de Jore, las ganas de empezar me podían. Parece mentira, pero creo que el reto de llegar a las barcas fue de lo más exigente de todo el evento.


Nadar 200-300m hasta las barcas, saliendo de la playa, contra corriente, con olas bastante grandes y con la habitual desorientación que tiene nadar en mar ... se me hizo eterno. 

Una vez en la barca, sentados en proa, empezaba a tener claro que iba a ser una ruta exigente, muy exigente. Estaba preparado para nadar los 4Km sin problemas, y con confianza, pero en unas condiciones idílicas, que no fueron las del sábado.


Después de unos 20-25 minutos de travesía en barco, al puerto de Sant Feliu, nos fuimos lanzando al mar, una boya indicaba el punto de salida. Fue un momento de excitación colectiva, gritos de ánimo, cánticos, choques de mano, abrazos ... y a la voz de un megáfono tres, dos, uno ... la sirena nos dio la salida.

Me despedí de Jore, él lleva toda la vida nadando y su ritmo es 3 o 4 minutos mejor que el mío en piscina, mucho más en Mar. Mi objetivo era mantener un ritmo constante, no agotarme dejándome llevar por la emoción del principio, iba a ser una prueba larga.

No lo conseguí, el oleaje era moderado y sufrí mucho más conseguir un ritmo constante, no me conseguía sentirme cómodo. De vez en cuando levantaba la cabeza para ver la siguiente boya, las habían ubicado cada 800m excesivamente lejos para mi gusto, dadas las condiciones climáticas, y dada mi baja capacidad de visión sin gafas jejeje

Poco a poco salteamos el primer escollo, y empecé a cruzar la cala de Sant Pol, por primera vez las sensaciones eran positivas, conseguir por fin marcar un ritmo de respiración doble, y parecía que el mar bailaba conmigo (y no en mi contra jejeje) fue una sensación temporal ...

Tengo que reconocer que habría enviado al carajo a alguna de las embarcaciones de socorro, una de esas que después nos saco del mar. Generaban oleaje extra, que era precisamente lo que no necesitaba.

Acercándome ya a la zona del camino de Ronda, que indicaba los últimos 800-900m para llegar a la última boya, ya justo antes del viraje y entrada a la playa de Sa Conca, empezó la peor parte, las olas eran cada vez mayores, lo más preocupante es que cuando sacaba la cabeza para ver a que barca tenía que odiar, me daba cuenta que solo habían un par de kayak cuidando de nosotros ... por lo que l'amic mediterrani, había dejado de querer bailar conmigo. 

La noche caía sobre nosotros, y muchas sensaciones empezaron a rodear mi cabeza, tragaba sal cada dos brazadas, tanto respirando hacía la costa como hacía mar. Hablaba con el del Kayak sobre lo que faltaba, el hombre me decía que tenía que girar el último espigón y entraba en meta. Sabía perfectamente que me estaba mintiendo como un bellaco ... pero no podía evitar usar el "cuanto falta" jejeje

A todo esto empezaron a rondar las palabras de Marian por mi cabeza, no seas orgulloso, si te tienes que salir te sales ... y yo no soy orgulloso ... (que vaaaaa) pero tengo que reconocer que estaba preocupado. Tenía la sensación que Jore ya habría llegado, y que empezarían a estar preocupados por mi. 

A decir verdad, no tuve ninguna sensación de peligro, el neopreno es una garantía, pero me sentía fatigado, empezaba a tener rampas, tenía el estómago inflado. A todo esto paso en zodiac David Campa, nuestro entrenador en el grupo de Marnaton, era la primera vez que lo veía en todo el día, y me dio el último impulso de energía.

Por esos momentos, luchando para pasar el espigón de entrada a la Ronda de Sa Conca, la paranoia empezaba a recordarme lo bien que había hecho en pillar un neopreno de alquiler, mi adicción al deporte me habría llevado a comprar uno nuevo. Y en esos momentos abría firmado un #NeverAgain me meto yo en el agua

Había dos nadadores a pocos metros de mi, una pareja, y ver como subían a la barca de rescate, acabo con mis fuerzas ... mi "amigo" del kayak me miró y me dijo, "que? prou per avui no?" y solo tuve fuerzas para soltar un "no puc més"

David se acercó con la zodiac, me reconfortó que fuera él el que me sacara del agua, no hubieron muchas palabras, me pasó un Aquarius. Y empezamos a sacar a todo el mundo. La noche había empezado a caer, y el mar se empezaba a poner peligroso, no solo para los nadadores, si no también para los kayistas voluntarios que nos estaban ayudando.

La mujer de la pareja lloraba, nunca había abandonado antes, y renegaba de haberlo hecho, fue algo que se repitió en varias ocasiones durante el rescate. A mi, esos momentos se me hicieron eternos, mi estómago estaba inflado de agua, mis gemelos no daban señales de vida ni en forma de rampa ... en el fondo me sentía desolado y deseaba llegar cuanto antes a la costa para mitigar la posible preocupación por mi demora.

Me imaginaba abrazándome con Jore y Marian, jurando volver a intentarlo. 

Cuando ya no cabíamos más, cambiamos de bote, para seguir rescatando al resto. Y nos llevaron a la bahía. Era noche cerrada, a la espera de la compañía de la luna. La luz química nos ayudada a identificar nadadores.


Llegamos a la costa, nos habían propuesto nadar los últimos 200m, pero ese no era un premio para ninguno de los 8 o 10 nadadores del bote, ya completamente abatidos, que compartíamos espera. Nos acercaron a unas no mucho más de 10 brazadas de la playa, en la arena nos esperaban caras preocupadas. La organización hacía un check de dorsales, para ver que no se quedara nadie en el agua. 

Marian y Carol me salieron al paso, Jore no había llegado aún, eso me dejó preocupado, y me dio más certeza de que el reto había sido exigente. 

Después de llegar dos o tres viajes más de nadadores, apareció un gorro azul, seguido de una espalda enorme. Era el grandullón de nuestro amigo, cuando cayó la noche, las gafas oscuras no le permitían ver nada, tuvo que parar hasta que alguien le prestó unas claras, y a falta de unos 400 metros les obligaron a subir a otro bote, acompañado por Carol y Laura, algunas de las compañeras de entreno.

Les dejaron nadar los últimos metros, pero como sucedió con nosotros, no era recompensa ... 

En el fondo, creo que la organización acertó, la seguridad fue la prioridad. 

A partir de ahí poco más, llenamos la boca con sandía, plátano, aquarius, cerveza ... cualquier cosa estaba bien, pero ninguna conseguía quitar el sabor a salubre que quemaba nuestro esófago y nuestras panzas.

... Una cena, una agradable velada ... y un viaje de vuelta agridulce. Tengo que reconocer que poco antes de tirarme al agua para llegar a la costa, las lágrimas amenazaban ... va a ser que sí, que soy un orgulloso...

Solo llevo 2 o 3 meses entrenando, y creo que ha sido una lección, una lección que conozco, pero que en ocasiones se olvida, a la naturaleza hay que respetarla, mar, aire, montaña ... ella es la que manda.

Eran cosa de las 2 de la mañana, cuando tumbado, el calor del esfuerzo calentaba mis brazos y piernas, las dorsales, el pecho ... y al cerrar los ojos, una sensación lejana ... pero, para que engañarnos, familiar, golpeaba mi cabeza. La habitación se tambaleaba, se mecía arriba y abajo, como antaño después de una sesión de fiesta mayor ... no está mal recuperar ciertos recuerdos.

Ahora ya en frío, se que volveré! #ComeBackAgain

Un abrazo,

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